top of page

Argentina Diversa 

Parte del reportaje "Adán, Eva... Ladyboy" publicado por Revista Caras Chile el 01 de junio de 2012.

El 9 de mayo el Congreso de la Nación Argentina aprobó por unanimidad la Ley de Identidad, que permite a las personas elegir el género que identifica sus vivencias y su forma de sentir. Pareciera ser la consecuencia natural de una comunidad libertaria. Sin embargo, lo que sostiene este cambio radical en la sociedad trasandina, es la lucha incansable de los travestis que desde hace décadas vienen ocupando espacios políticos y organizándose en pos de terminar con la marginalidad a la que estaban condenados. Argentina no es el paraíso trans, sino el reflejo de cuidadanos que alzan la voz y avanzan haciendo de la lucha contra los prejuicios, su bandera. 

Texto y fotos por Elizabeth Cancino desde Buenos Aires

La imagen es brutal. En la provincia de Formosa, cerca de Buenos Aires, la ley permitía detener a todo individuo del sexo opuesto que vistiera de mujer. Traba, trabuco, travesti. Así se denomina a los transgresores y hasta el 9 de mayo eran perseguidos, marginados y excluidos de todo plan social, educativo y de salud que considerara su elección de género. La única opción para estas personas era declarar que sufrían una enfermedad mental llamada Disforia de Género y operar sus órganos genitales para cambiar su documento de identidad.



Quien se negara o no tuviera los medios para someterse a exámenes y seguir la vía judicial que les autorizara a transfigurarse, quedaba a merced de redadas policiales, y totalmente ausente como ciudadano. Humillado en las mesas de votación, separadas por sexo, maltratados en hospitales públicos y abandonados por las escuelas.



Claudia Pía Braudacco soñaba celebrar la Ley de Identidad de Género, recién aprobada, en Formosa, el último de los rincones trasandinos en permitir este nivel de discriminación. Porque ella supo de violencia civil y policial, de horror y peleó a pecho descubierto por ella y por el último “travesaño” de provincia. En las mesas de discusión de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis, Transexuales y Transgénero, (FALGBTTT), insistía en la relevancia de llevar adelante la bandera trans con argumentos irrevocables “Sabés porqué la lucha por la identidad de género debe ir primero?”-increpaba- “Por esto”, decía al tiempo que levantaba su remera y exhibía sin orgullo ni lástima una cicatriz que cruzaba su pecho desde el hombro izquierdo a la cadera derecha (la historia es típica: en la calle, un día cualquiera, la agarraron y la atravesaron de lado a lado con un cuchillo). Cuando por fin llegaron a los ministerios, cuando tuvieron enfrente a congresistas y la discusión comenzaba a acalorarse, ella se ofrecía heroica “Querés que me levante la remera?”



Claudia Pía no pudo cumplir. Murió súbitamente poco antes de la batalla final en el Senado de la Nación. Las causas de su muerte se investigan. Lo que sí se sabe, es que fue enterrada con una partida de defunción que lleva un nombre de varón que no la representa. Claudia Pia, sigue viva.



Capital Gay



En Argentina la única ciudad Gay Friendly es Buenos Aires, la Capital Federal. Allí van a parar los trans, desde hace décadas. Marcela Romero llegó a los 13 años desde el Chaco, casi frontera con Paraguay. Escapó de su casa, sufrió lo mismo que Claudia Pía: la represión en dictadura y posteriormente en democracia. También peleó. Hoy es la heredera de la presidencia de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina, ATTTA.



En Buenos Aires fue posible dejar que creciera su cabello, que crecieran sus senos. Y si bien la discriminación no terminó, al menos la identidad no se vio enfrentada a los golpes del padre, a la vergüenza de la madre. Apenas juntó el dinero, Marcela partió a operarse a Chile, porque contradictoriamente, en Buenos Aires podía circular siendo quien era, pero estaba terminantemente prohibida una intervención quirúrgica, con amenaza de cárcel para los médicos incluída. Desde el año 86 que sus órganos genitales son femeninos, pero la justicia tardó 10 años en fallar a su favor para modificar su identidad en el carnet.
No le molesta que le digan Travesti, aunque luego de la operación ella es lo que se denomina, una transgénero. Le gusta la palabra. Adquirió una connotación política y es ese el camino que le abrió puertas, como a tantas otras.



Terminar la primaria, la secundaria, ir a la facultad. Todos sueños postergados que se hicieron realidad a pulso. Sin permiso, clasificadas como hombre, a merced de la buena voluntad. Lo mismo pasa en salud: “Vos no podés ir a un servicio de salud cualquier día, como sucede y las chicas dicen.. Yo voy el miércoles porque la doctora de los miércoles es buena, y me llama por mi nombre y me trata bien, pero los otros días no puedo ir al hospital porque están otras personas que me tratan por el otro nombre” Eso es la transfobia.



“No tenés derecho, y al no tener derecho una persona, no hay leyes que te amparen. Y vos vas a hacer una denuncia, te tratan mal. Vivís bajo la línea de pobreza, no tenés dinero, no podés pagarte un abogado y quedas bajo el abuso de poder”
Marcela habla con la certeza que le da la experiencia. Hoy, tras décadas de trabajo, las cosas han cambiado, es cierto. “Argentina lleva años derogando artículos, como el del travestismo. Se sacó en todas las provincias y la única que faltaba era Formosa. Las compañeras hoy tienen el apoyo de sus familias. Podemos visibilizarnos y mostrar otros aspectos de lo que somos, porque el periodismo lo único que hacía era mostrarnos paradas en una esquina ejerciendo la prostitución”.



Marcela enfrenta los temas sin pudor. Puede ser que ella misma se haya prostituído, pero qué importa, también lo hacen las mujeres y los hombres a secas. Lo importante es que los trans lograron organizarse y llegaron a ocupar un asiento en las mesas de discusión, en los ministerios. Lograron tener trabajos en la empresa privada y en el estado. “Hace 4 años compañeras nuestras comenzaron a ingresar en los ministerios, en las municipalidades, en el Instituto Nacional Contra la Discriminación, compañeras trabajando en fundaciones”



María Rachid, diputada argentina, lesbiana y parte fundamental de la pelea por la ley de matrimonio gay, explica estos avances por el trabajo que han realizado las organizaciones civiles y el compromiso del gobierno Kirchnerista. Destaca también los aspectos que hacen de esta, una ley única en el mundo: “una ley que incluye operaciones de asignación de sexo gratuitas, tratamiento integral de hormonas, operaciones de mamas y toda cirugía que requiera la persona para su transformación están cubiertas. La persona también podrá elegir hasta donde avanzar: si quiere tratamientos pero no cirugías, y esto debe ofrecerse gratuitamente desde todos los sectores de salud”



El próximo paso, a juicio de la diputada Rachid, es modificar una serie de resoluciones discriminatorias, como por ejemplo aquella que impide a los gays donar sangre y mejorar la ley antidiscriminación que colabore en convertir estos avances en igualdad social.



La experiencia de una, el deseo de todas. "Sólo quiero que me llamen Rubí Duarte"

Haz click sobre la foto

"Sólo quiero que me llamen por mi nombre" en Caras Chile.

Transgredir para no morir

Marcela se siente orgullosa de la transfiguración de la sociedad argentina que a su juicio “está preparada. Este es un momento político en el cual el gobierno levanta la bandera de la democracia y la libertad. Es una gran oportunidad de reclamar derechos y vivir en un país con una democracia real. Hay comunidades y poblaciones que no vivimos en democracia. Nos siguen persiguiendo, nos siguen reprimiendo, nos siguen negando los derechos”

Los travestis son un punto aparte dentro de la comunidad gay. A diferencia de un homosexual que puede participar de la sociedad sin mayor sobresalto en tanto no se note su inclinación sexual, un travesti es por definición, un actor visible. No es posible ser travesti dentro del closet, aclara Marcela Romero: “Nosotras hablamos de transfobia y no de homofobia. Nosotras no nos podemos esconder, porque una vez que, en nuestra adolescencia empezamos a construirnos como mujeres, o como hombres trans, la discriminación que recibimos de parte de nuestras mismas familias, nos obliga a irnos de nuestras casas, a dejar la escuela, a vivir marginadas”.

Claudia Pía vivió y murió marginada, pero luchando. Su madre, una anciana delgadita, pequeñita, que contrasta con la figura fornida de Claudia, celebró este 17 de mayo, 8 días después de la ley, un homenaje que le rindieron a su hija, diputados e integrantes de la comunidad.

Claudia Pía no está muerta. Murió aquel que lleva nombre de hombre. Un jueves por la mañana se erigió una placa en su memoria. No es en el cementerio donde se encuentran los recuerdos de Claudia. No hay que peregrinar a su tumba, que jamás encontrarían. Es preciso acercarse a disfrutar de la tarde en una pequeña plaza de Cochabamba al 1600, una calle del centro porteño. Allí se lee, en mármol y letras doradas “Claudia Pía Braudacco, por el derecho a ser quien uno es y no otro”

bottom of page